Plumas estilográficas, funcionalidad, coleccionismo y moda.
Todos tenemos en la memoria la imagen de una mano escribiendo con pluma antigua, mojando la punta de la pluma en la tinta de un tintero que descansa en la esquina de un escritorio desvencijado y escribiendo con gran precisión sobre un grueso papel a la luz de una vela o de los tenues rayos de luz que entran por una ventana de una casa de piedra mientras la otra mano sostiene un trozo de tela para limpiar borrones. La mano puede ser de un monje de la edad media, de un niño aprendiendo a escribir a finales del siglo XIX, de un afanoso contable o de alguien a quien nuestra mente ha desdibujado.
Mucho han cambiado las plumas estilográficas desde esta imagen. Afortunadamente siguen manteniendo su funcionalidad principal: la escritura, pero a esta funcionalidad se le han ido adhiriendo adjetivos a través de los años apoyados en la innovación y en la tecnología. El alimentador del plumín, los diferentes sistemas de carga (por goteo, por palanca, de vacío, de émbolo, de saco o bolsa, de botón y, posteriormente, de cartuchos y convertidores) o el simple capuchón, entre otros, son inventos que han ido nutriendo las posibilidades de las estilográficas haciéndolas más prácticas, limpias, fiables y transportables. La utilización de diferentes materiales en la fabricación de cada una de sus partes ha favorecido también el uso de estos instrumentos de escritura. El uso del oro o el acero, entre otros materiales, en el plumín permiten diferentes grados de flexibilidad o rigidez que permiten distintas formas de escritura; mayor, menor o variable flujo de tinta o diferentes grosores de trazos. La utilización de plásticos, gomas, metales, etc. aumentan la diversidad de sistemas de carga, existen diferentes mecanismos de clip, de cierre del capuchón (rosca, presión, cuña, etc.), diferentes técnicas que evitan los cambios de presión y un sinfín de pequeñas, o grandes, mejoras que multiplican las opciones que ofrecen las plumas estilográficas desde el punto de vista funcional.
Los atributos mencionados no sólo inciden en la funcionalidad, sino que también convierten las plumas estilográficas en objetos de coleccionismo. Los grandes coleccionistas recopilan piezas muy diversas en cuanto a sistemas de carga, materiales utilizados, tipos de plumín, colores, tamaños, pesos, año de fabricación, procedencia o país de fabricación, ediciones especiales, limitadas y numeradas, técnicas utilizadas en la creación, artesanales o en serie, y cualquier otro atributo que diferencie a una estilográfica de otra. Tinteros, estuches, guarda plumas y objetos de escritorio son objetos que complementan, enriquecen, exhiben y protegen las colecciones.
El uso masivo de instrumentos de escritura, cuyo crecimiento fue exponencial desde finales del siglo XIX, unido al uso de nuevos materiales y una infinidad de colores y texturas, ha hecho también de las plumas estilográficas un complemento de moda, a la vez que un elemento diferenciador. Existen tendencias debidas al estilo de vida, conductas, hábitos o influidas por los gustos colectivos que llevan a la preferencia por un color o un material en específico. Estas tendencias pueden marcar la preferencia por una pluma estilográfica o por otra, pero a la vez una estilográfica es adquirida con el fin de diferenciación, de originalidad, de exclusividad. Materiales como metales preciosos, maderas, resinas, lacas, plásticos, fibra de vidrio, cueros, etc. de infinitas tonalidades, combinaciones, texturas, tamaños, pesos y formas permiten encontrar piezas que se adapten a los gustos y necesidades de cada persona permiten albergar moda y diferenciación e una sola pieza.
Como complemento de moda, o accesorio, es posible encontrar plumas estilográficas que combinen a la perfección con todo tipo de prendas de vestir, como vestidos, corbatas, pañuelos, camisas, trajes, todo tipo de calzado (zapatos, botas, zapatillas de calle, tacones, etc.); también con complementos como cinturones, bolsos, carteras, etc.; con joyas como anillos - muy cercanos a la estilográfica - pulseras, collares, pasa corbatas, broches, etc. o incluso con lacas de uñas o pinturas de labios. Son incontables las posibilidades y siempre existe una pluma estilográfica que se adapte a aquella por la que se opte, añadiendo un toque elegante, diferenciador, sorprendente y, como no, acorde con un estilo propio.
Igualmente la escritura en sí tiene un estilo propio. Cada persona escribe a su manera desde el punto de vista de redacción, hasta el punto de que una misma vivencia nunca será contada de forma exacta por dos personas diferentes. De la misma forma no existen dos caligrafías idénticas. La escritura, especialmente realizada con letra manuscrita, aporta exclusividad, identidad y personalidad, hasta el extremo de ser diseccionada por críticos, psicólogos y grafólogos. Aquello que queda por escrito, además, no es posible desdecirlo, está “en negro sobre blanco”.
Teniendo en cuenta los puntos relacionados, en plumasestilograficas.com pensamos que no sólo es bueno escribir a mano, si no siempre en muchas ocasiones, sino que preferiblemente se han de cuidar los detalles expuestos y que aquello que escribamos lo hagamos con estilo…